El 24 de marzo de 1976, la Repùblica Argentina ingresa a uno de sus períodos históricos y sociopolíticos y económicos más oscuros, despiadados y dolorosos, sufriendo sus secuelas hasta la actualidad.

Rimbombante y pretenciosamente, Proceso de Reorganización Nacional fué el nombre con el que autodenominó la dictadura militar que gobernó de facto la Argentina entre 1976 y 1983, como consecuencia del golpe de Estado —ejecutado el 24 de marzo de 1976— que depuso al gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón e instaló en su lugar a una junta militar encabezada por los comandantes de las tres Fuerzas Armadas: Jorge R. Videla (Ejército), Emilio E. Massera (Armada) y Orlando R. Agosti (Fuerza Aérea).

 
La junta llegó al poder en un contexto de violencia creciente, caracterizado por los enfrentamientos entre facciones armadas de izquierda y derecha:  la acción violenta de organizaciones guerrilleras como Montoneros (de tendencia peronista) y el ERP (de inclinación marxista), sumando a éstos, el accionar de grupos de extrema derecha de la AAA, Alianza Anticuomunista Argentina, creada años antes por el Ministro de Bienestar Social de la viuda de Perón, el controvertido José López Rega (anteriormente Secretario Privado del mismo Juan Domingo Perón), uno de los hombres mas poderosos de aquel Gobierno. Estos graves enfrentamientos se incrementaron significativamente desde fines de los años setenta y fueron la principal justificación utilizada por las FF. AA. para derrocar al gobierno de Martínez de Perón.

Guardando continuidad con el Operativo Independencia que la presidente María Estela Martínez de Perón había ordenado en 1975 en Tucumán, la junta llevó a cabo una ofensiva contra las organizaciones guerrilleras, que contó con el apoyo inicial del gobierno estadounidense (cuyo secretario de Estado, Henry Kissinger, avaló expresamente como medio para erradicar la «amenaza del comunismo»). El gobierno de facto detuvo, interrogó, torturó y ejecutó clandestinamente a cientos de supuestos guerrilleros, colaboradores, integrantes de diversos credos e iglesias, obreros, incluyendo a médicos y abogados que ofrecieron apoyo profesional a los perseguidos, así como a miles de civiles que no tenían ninguna relación con las organizaciones armadas y estableció centros clandestinos de detención para llevar a cabo estas tareas. Las personas detenidas en estos centros clandestinos eran denominados eufemísticamente «desaparecidos» y gran cantidad de ellos fueron ejecutados y enterrados en fosas comunes o arrojados al mar en aviones de las fuerzas armadas.

 
El Proceso fue gobernado por cuatro juntas militares sucesivas:
 
1976-1980: Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti

1980-1981: Roberto Eduardo Viola, Armando Lambruschini, Omar Domingo Rubens Graffigna

1981-1982: Leopoldo Fortunato Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Isaac Anaya

1982-1983: Cristino Nicolaides, Rubén Franco, Augusto Jorge Hughes
 
En cada una de estas etapas, las juntas nominaron como presidentes de facto a Jorge Rafael Videla, Roberto Eduardo Viola, Leopoldo Fortunato Galtieri y Reynaldo Benito Bignone respectivamente, todos ellos integrantes del Ejército.
 
En 1982 el gobierno militar emprendió la Guerra de Malvinas contra el Reino Unido, intentando movilizar así la oposición contra un enemigo exterior. La derrota infligida provocó la caída de la tercera junta militar y meses más tarde la cuarta junta llamó a elecciones para el 30 de octubre de 1983, en las que triunfó el candidato de la Unión Cívica Radical, el Dr. Raúl Ricardo Alfonsín.
 
Los miembros de las tres primeras juntas del Proceso fueron enjuiciados por los delitos cometidos durante su gobierno, como consecuencia del Decreto 158/83 del presidente Alfonsín, que también creó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), integrada por personalidades del Derecho, las Artes y el mundo científico, entre otros;  para investigar las violaciones de derechos humanos ocurridas entre 1976 y 1983. Fruto de este titánico trabajo surge el documento titulado “Nunca Mas”, publicado como libro en setiembre de 1984, siendo entregado al Presidente Alfonsín en setiembre de 1984. Como resultado del Juicio a las Juntas, cinco de sus integrantes fueron condenados y cuatro absueltos. Los restantes responsables fueron enjuiciados en diversos procesos. En 1986 y 1987 se dictaron las leyes de Punto Final y Obediencia Debida dando fin a los juicios por crímenes de lesa humanidad.
 
En 1989 y 1990 el presidente Carlos Menem dictó una serie de indultos que beneficiaron a los funcionarios del Proceso y a los jefes guerrilleros que continuaban judicialmente comprometidos. La situación de impunidad en Argentina determinó que los familiares de los desaparecidos buscaran apoyo en el exterior, por lo que desde 1986 se iniciaron procesos penales contra miembros de la dictadura militar en España, Italia, Alemania, Francia y Suecia, entre otros, por desaparecidos de esos países. En 2004 el Tribunal de la ciudad de Núremberg, Alemania emitió órdenes de captura y extradición contra Jorge Rafael Videla y Emilio Massera.
 
En 2003, tras iniciativas del Presidente Néstor Kirchner, las leyes de Punto Final y Obediencia Debida fueron derogadas por el Congreso y los juicios se reabrieron, en tanto que la justicia comenzó a declarar inconstitucionales los indultos por «crímenes de lesa humanidad» que habían cometido los militares durante la última dictadura. La doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sostiene que los crímenes de lesa humanidad, por ende imprescriptibles, «son cometidos por agente estatal en ejecución de acción gubernamental o por un grupo con capacidad de ejercer un dominio y ejecución análogos al estatal». En 2006 se habían reabierto 959 causas penales en las que 211 acusados se encontraban con prisión preventiva.